5 claves reales que me habría gustado saber antes de ser madre (y una me la enseñó Pedro García Aguado)

Cayetana Núñez
Madre española abrazando con ternura a su bebé en casa al atardecer, reflejando el vínculo emocional de la maternidad real

Hay cosas que nadie te cuenta antes de ser madre. O quizá sí, pero tú no las escuchas porque estás demasiado ocupada imaginando a tu bebé, soñando con lo bonito que será todo y creyendo que, si haces las cosas bien, nada puede salir mal.

Yo también fui esa mujer.
La que leía sobre porteo, lactancia, apego.
La que preparó la habitación con mimo, organizó los bodies por tallas y pensaba que todo iba a fluir si ponía suficiente amor.

Y aisssh… cuánto aprendí después. No de golpe, sino a base de noches sin dormir, frustración contenida, culpa, dudas, miedo y momentos de ternura que me salvaron cuando ya no me quedaban fuerzas.

Por eso escribo este artículo. Porque si tú también estás en esa montaña rusa, tal vez estas 5 claves te ayuden a respirar más tranquila. Una de estas claves, por cierto, me la enseñó Pedro García Aguado en su programa formativo. Puedes leer mi opinión completa sobre la formación El Reto de Educar Hoy, porque de verdad me removió por dentro.

🔑 1. Que el cansancio no es solo físico

Madre española joven sentada en la cama al amanecer, con gesto de agotamiento mental y físico tras cuidar de su bebé, reflejando la carga emocional de la maternidad

Todas esperamos estar cansadas cuando nace un bebé. Es lo que todo el mundo te dice: “aprovecha para dormir ahora, que luego no podrás”. Pero el agotamiento del que nadie te habla es otro.

Es el de tener mil pestañas abiertas en la cabeza, como si fueras un ordenador viejo a punto de colapsar.

– “¿Le toca vacuna esta semana?”
– “¿Me dijo la pediatra que era normal ese sarpullido?”
– “¿Por qué no ha comido casi nada hoy?”
– “¿Y si le pasa algo y no me doy cuenta?”

Ese tipo de cansancio no se quita durmiendo (aunque dormir ayuda, claro). Es mental, emocional, invisible para los demás. Y te hace dudar de todo.

A mí me pasó. Y lo peor no era estar agotada, sino sentir que no tenía derecho a quejarme porque “tengo una hija sana y debería estar feliz”.

A esto muchas lo llaman carga mental materna. Yo prefiero llamarlo: “sentirte sola dentro de una tormenta silenciosa”.

Por eso, si estás ahí, déjame decirte algo: no estás sola. Validar lo que sientes es el primer paso para sostenerte mejor. Y sí, necesitas descanso, pero también comprensión, red, escucha, espacio.
No eres débil por necesitarlo. Eres humana. Y madre.

🧠 2. Que tu hija no viene a cumplir tus expectativas

Madre joven española jugando sentada con su hija pequeña en el suelo del salón, ambas sonríen mientras se miran a los ojos, escena de vínculo afectivo y crianza consciente.

Esto… ufff. Qué difícil fue entenderlo.

Porque tú te haces una idea. De cómo será tu bebé, de cómo será educar, de cómo lo vas a hacer. Quieres hacerlo bien, lo mejor posible. Lees libros, escuchas podcasts, sigues cuentas de crianza respetuosa. Y sin darte cuenta, te vas llenando de expectativas disfrazadas de intenciones bonitas.

Pero llega el día en que tu hijo no actúa como esperabas. Llora más de lo que pensabas. O es más movido. O más sensible. O no duerme. O no come. O no quiere abrazos cuando tú más los necesitas.

Y ahí es donde empiezas a sentir frustración. Pero no porque tu hijo sea difícil, sino porque no encaja en lo que tú habías imaginado.

Yo no lo vi venir. Me costó darme cuenta de que parte del malestar venía de querer que ella fuera de una forma concreta, sin quererlo del todo. Ay, qué contradicción.

Y justo sobre esto escuché hablar a Pedro García Aguado, en una de sus formaciones, y fue como un clic interno.
👉 Él no habla desde la teoría, sino desde la experiencia, desde los errores, desde haber estado al otro lado. Y eso se nota.

(Aquí puedes leer mi opinión completa sobre la formación El Reto de Educar Hoy de Pedro García Aguado).

No sé si tú también estás viviendo eso. Pero si te pasa, no es culpa tuya. Solo hay que mirar con otros ojos. A veces con los tuyos. A veces con los de alguien que ya ha pasado por ahí.

🚦 3. Que educar no es controlar

Madre española hablando de tú a tú con su bebé en el suelo del salón, en una escena de crianza consciente y respetuosa

Ay, madre mía, esta sí que dolió.

Porque claro, tú lo haces todo “por su bien”. Le dices que se porte bien. Que no grite. Que no muerda. Que comparta. Que no corra. Que diga gracias. Que se quede quieta. Que se calme.

Y lo haces con amor, pero también con miedo. Miedo a que no encaje. A que lo pase mal. A que te juzguen. A que se le catalogue de maleducada.
A que tú quedes como una madre que no sabe educar.

Pero… ¿quién ha dicho que educar es lo mismo que controlar?

Educar es acompañar, no dirigir.
Es ayudar a comprender, no imponer.
Es confiar, no manipular.

Yo he dicho “si haces esto, te doy aquello”. Yo he amenazado con no ir al parque. Yo he gritado. Y me he sentido fatal después. Como si todo lo que había leído se esfumara en un segundo.

Y lo entiendo. Porque educar desde el respeto es difícil si tú misma no fuiste educada así.

Por eso me impactó tanto lo que plantea Pedro en su programa: que los adultos también necesitamos reeducarnos si queremos cambiar la forma en que tratamos a los niños.
Y que muchas veces no es cuestión de método, sino de heridas.

❝ Educar desde el respeto es difícil si tú misma no fuiste educada así. ❞

Cuando entiendes eso, ufff… cambia la mirada. Ya no ves a tu hija como un problema que hay que corregir, sino como una persona que está aprendiendo. Igual que tú.

🤝 4. Que tú también necesitas acompañamiento

Dos mujeres españolas conversando con complicidad en una cafetería al aire libre, reflejando el valor de sentirse acompañada en la maternidad

A veces nos creemos que pedir ayuda es fallar.
Que si tú has elegido ser madre, entonces lo lógico es que puedas con todo. Que seas fuerte. Que no te quejes. Que no llores delante de tu hijo. Que te recuperes rápido. Que sigas trabajando, cuidando, cocinando, conciliando, sonriendo.

Pero ¿quién puede con eso sola?

Yo hubo una etapa en la que me sentía completamente desbordada. Todo era nuevo. Todo era intenso. Y todo parecía que solo me pasaba a mí.
Las otras madres parecían tenerlo claro. O al menos, eso mostraban.

Y lo peor: me daba vergüenza decir que necesitaba ayuda. Como si eso me convirtiera en una madre floja. O poco implicada. O poco preparada.

Hasta que un día me atreví a abrirme con otra mujer. Una madre que, con solo mirarme, me dijo: “a mí también me pasó”. Y se me cayó el alma al suelo.

Porque no necesitaba consejos. Ni soluciones mágicas.
Solo necesitaba no sentirme sola en lo que estaba viviendo.

Desde entonces aprendí que acompañar a un hijo también requiere que alguien te acompañe a ti. Que nadie debería maternar en soledad. Y que a veces, la mejor forma de cuidar a tu hijo es dejarte cuidar tú.

Por eso ahora, cuando alguien me dice “no sé si lo estoy haciendo bien”, ya no doy respuestas. Solo me quedo. Escucho. Acompaño. Porque eso fue lo que más me sostuvo a mí.

💡 5. Que entender a tu hijo cambia todo

Padre español arrodillado frente a su hija pequeña en una escena íntima en blanco y negro, símbolo de comprensión y vínculo emocional

Aquí va la clave más importante de todas.
Esa que marcó un antes y un después para mí.
La que me enseñó Pedro García Aguado, y no se me va a olvidar jamás.

Porque claro, tú amas a tu hijo. Lo das todo por él. Te desvelas, te preocupas, te partes en mil. Pero muchas veces no lo entiendes.

No entiendes por qué hace lo que hace.
Por qué explota. Por qué se frustra. Por qué no escucha. Por qué se encierra.
Y cuanto más intentas corregirlo… peor.

Y de repente alguien te dice:

“No hay que corregir, hay que comprender”.

Y zas. Se te cae el alma a los pies.
Porque te das cuenta de que muchas veces estás intentando moldear, cuando en realidad necesitas conectar.

Cuando vi a Pedro hablar de su propia historia como hijo, como adolescente rebelde, como adulto en recuperación y como educador… sentí que por fin alguien lo decía desde dentro, no desde una tarima.

Y al ver cómo enfoca la relación padres-hijos en su formación “El Reto de Educar Hoy”, me quedó clarísimo que entender lo que hay detrás del comportamiento lo cambia todo.
Te juro que no es solo una formación más. Es un espejo. Uno que duele… pero sana.

👉 Si estás en ese punto de “no sé qué más hacer” o “siento que pierdo la conexión”, te recomiendo muchísimo leer mi análisis completo sobre El Reto de Educar Hoy.
Te cuento desde dentro qué enseña Pedro, cómo lo hace y por qué puede ayudarte más de lo que imaginas.

Porque no, no es magia. Pero es una mirada nueva, y eso… eso lo cambia todo.

❤️ Conclusión: Nadie nace sabiendo (pero podemos aprender)

Madre e hija caminando juntas por un camino entre campos al atardecer, como metáfora del viaje emocional de ser madre

Ser madre no es un título que se consiga al dar a luz.
Es una transformación que se vive cada día.
A veces con ternura, a veces con rabia, a veces con culpa…
Y muchas veces con esa mezcla rara de amor infinito y agotamiento total que nadie te explicó.

No venimos preparadas. No traemos manual.
Solo tenemos nuestra historia, nuestras heridas, nuestras ganas de hacerlo bien y ese instinto que a veces grita y otras veces se esconde.

Y está bien.

Porque nadie nace sabiendo, pero sí podemos aprender.
Aprender a escucharnos. A parar. A reparar. A mirar con otros ojos. A pedir ayuda. A soltar el control.
Y sobre todo, a entender a quienes más amamos… incluso cuando no nos lo ponen fácil.

A mí ese aprendizaje me llegó tarde, pero llegó.
Y fue en parte gracias a lo que viví al descubrir a Pedro García Aguado y su enfoque tan humano, tan real, tan necesario.
No me resolvió la maternidad, pero me ayudó a entender desde dónde quería educar.
Y solo por eso, ya mereció la pena.

Si tú también sientes que hay algo dentro de ti removiéndose, quizá este sea tu momento para mirar hacia dentro.

👉 Aquí te dejo mi análisis completo sobre El Reto de Educar Hoy, por si quieres verlo con calma y decidir si es para ti.

Sea como sea, gracias por leer hasta aquí.
Ojalá algo de lo que te he contado te abrace por dentro.
De madre a madre.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *